LAS OLIMPIADAS DEL SUFRIMIENTO (Dolmen Editorial, 2022) Guión de Enric Pujadas, Dibujos de Gonzalo Aeneas
El pasado 12 de enero, asistí en Norma Cómics de Barcelona a la presentación del cómic que Enric Pujadas y Gonzalo Aeneas acaban de publicar con Dolmen, y que ganó en su momento el Premi Ciutat de Palma de Cómic. Fue una presentación particular. Debido a un error de comunicación, ni la tienda ni la editorial habían hecho ninguna promoción del evento, por lo que solo asistimos los pocos amigos que conocíamos a los autores y que estábamos avisados del acto por redes sociales. A pesar del incidente, esa presentación de "pequeño formato" fue el entorno ideal donde tener el primer contacto con la obra de primera mano de sus autores.
Conozco a Enric desde hace 25 años, y como todos sabéis es guionista y co-creador de mi cómic Huérfanos. Siempre digo que no tengo ningún sesgo por ello hacia la obra de Enric. Antes bien, no soy fan de la obra de Enric porque hagamos un cómic juntos desde hace 20 años, sino al revés. Además, Enric puede confirmar que solemos coincidir poco en nuestros gustos, y que cuando algo no me gusta en un trabajo suyo soy el primero en decírselo sin tapujos. No por desprecio, sino porque tengo un interés egoísta en que Enric tenga éxito como escritor - ya que eso confirmaría lo que yo sabía de su calidad como autor desde hace décadas.
El tema es que al acercarme a esta obra lo hacía desde el desconcierto. Todas las historias que le he leído a Enric (algunas publicadas como la de los pingüinos o la del cielo de Marte, otras no como la del Rey del Terror) eran marcadamente de género, como corresponde a un friki de estirpe como mi estimado guionista. Cuando Gonzalo y Enric se levantaron con el Ciutat de Palma (¡por segunda vez!) hace dos años, lo hicieron con una propuesta que no había visto venir: un cómic narrando en primera persona la lucha de su dibujante (Gonzalo) con la depresión, con su guionista (Enric) como testigo y narrador. Algo que hizo que me asaltaran inmediatamente dos preguntas: ¿Gonzalo sufre de depresión?, y: ¿qué coño va a saber Enric de este tema?
De la primera: he conocido a Gonzalo a través de Enric y varios amigos en común, ya viviendo yo en Barcelona. Y todo lo que sabía de él era que era un ilustrador de primer orden, que además tocaba en una banda y practicaba artes marciales, lo que básicamente lo convierte en un semidiós. Seguramente eso sea lo que haga esta historia tan relevante para un público general, y en particular para uno que haya conocido de cerca esta enfermedad: Gonzalo no resulta, como personaje, alguien lamentable o digno de compasión, uno de esos antihéroes o personajes antipáticos tan de moda en la ficción. Antes al contrario, se trata de un individuo perfectamente ajustado y funcional, y con capacidades por encima de la media, y con una vida que puedes perfectamente admirar y hasta envidiar - excepto por el pequeño detalle de convivir con sus aflicciones mentales.
Y aquí es donde entra en juego el papel de Enric como personaje secundario y narrador, aportando su testimonio de la vida y milagros de Gonzalo como si se tratara de una disección, con su habitual estilo directo e imperturbable, como es el propio Enric en persona. La historia no pierde tiempo ni se corta de entrar a todos los aspectos de la vida de su protagonista / ilustrador, sin dejar nada en el tintero. Por supuesto que la vida de Gonzalo (y en alguna medida, la del propio Enric) puede resultar de más o menos interés a propios y extraños, pero al no hacer distinciones entre lo personal y lo general, este resulta uno de los relatos más crudos que he tenido ocasión de leer en un largo tiempo.
Y aquí es donde he de hacer un inciso para hablar de Enric como narrador. Leyendo esta obra, no pude evitar recordar que en su dedicatoria en el primer volumen recopilatorio de Huérfanos, Enric dice textualmente que “no puedo dedicar esta historia a mi mujer y a mi hija. Está llena de violencia, adicciones, mal rollo, violaciones y gente que está muy mal de lo suyo.” Tras terminar de leer estas Olimpiadas, estoy enormemente agradecido de no haber tenido ocasión de aparecer, no ya en las dedicatorias, sino en el propio cómic como personaje, algo que algunos otros conocidos de sus autores no pueden decir, en algunos casos a su pesar. Durante la presentación pregunté a Enric si todas las personas (reales) que aparecen en este cómic lo saben. Su respuesta no pudo ser más lacónica: “Ahora sí.”
Y es que mi primer pensamiento después de leer el cómic fue si su título no habría sido mejor “Tierra Quemada”, porque esa es la actitud con la que el relato se dedica a desmenuzar, sin hacer prisioneros, cada una de las épocas vividas por sus autores / protagonistas, y sobre todo de sus relaciones a lo largo de esas épocas. Familiares, parejas, amistades, profesores, compañeros de clase o trabajo, y algún espectador inocente, salen salpicados de sangre (y otros fluidos) durante las andanzas de estos personajes a través de los años, las complicadas relaciones personales, y al fondo de todo, el espectro de la depresión con la que Gonzalo ha batallado todos estos años.
Y es que esto es algo más que hay que advertir y de lo que me enteré durante la presentación: no solo todos los hechos narrados son rigurosamente reales - aunque en ocasiones representados con cierta teatralidad o cachondeo, muy agradecidos dada la gravedad de la materia. Es que Gonzalo no solo no está “curado” de su depresión, sino que sufrió de ella durante el tiempo que pasó dibujando este cómic, incluyendo episodios que él mismo reconoce se notan en su arte (o eso dice, yo no los sabría distinguir). Si este cómic le ha servido en alguna medida de terapia, ese dato hace que leer esta obra sea como asistir en primera fila a un exorcismo practicado por el propio poseso.
Cuando terminé de leer la obra, tuve una sensación de catarsis. Por un lado, porque la pude poner mentalmente en la categoría de “gente que está peor que yo” (aunque por poco), lo que siempre es de agradecer de una obra sobre un tema tan áspero. Pero por otro, me quitó de encima todas mis propias vacilaciones sobre lo que se puede o no se puede contar en un cómic, tanto a nivel de temas como de formas. Básicamente, todo vale.
Porque la forma en la que los autores han elegido retratarse para la posteridad, a pesar de lo que pudiera parecer, no es para nada complaciente, ni poética al estilo “Arrugas”, ni haciendo pornografía del sufrimiento al estilo “Epiléptico” (un cómic con el que, reconociendo sus méritos, tengo una relación complicada como lector). Antes al contrario, estas Olimpiadas son Arte Total, en la que todos los recursos narrativos del cómic están presentes en un tour de force que haría las delicias de Scott McCloud.
La narración es diáfana, combinando la conversación entre los amigos con las recreaciones de los recuerdos evocados, tirando de cualquier estilo que a Gonzalo le viniera bien para la ocasión, desde lo más realista a mangas clásicos con los que creció, escenas casi de acción junto a otras intimistas, pasando por momentos de cruda realidad, como la exhaustiva escena del parto de la hija de Enric, narrado combinando figuras reales y otras icónicas.
El cómic está lleno de momentos narrativos para enmarcar, y ese puede ser su gran atractivo para aquellos lectores a quienes les interese el medio, incluso si no les interesa el tema, o por descontado si no conocen a sus protagonistas (que admitamos en un público muy limitado).
Todo esto puede llevar a hacer creer que este se trata de un cómic áspero sobre un tema sensible. No es así. Recordemos que Enric es el guionista desde hace 20 años de un cómic donde a una violación o un asesinato lo llamamos un martes. Su proverbial capacidad para no inmutarse ante nada, por sórdido o terrible que suene, le permite hacer la obra, no solo entretenida y a ratos muy divertida de leer, sino también tremendamente optimista.
Seguramente (como él mismo admitió en la presentación) ganar el premio que les ha permitido publicar este trabajo haya ayudado a hacer de esta una obra con “final feliz” (por así decirlo, teniendo en cuenta como he dicho más arriba que la lucha de Gonzalo con la depresión no está superada). Pero sí que se permite terminar con un mensaje de esperanza: no solo de normalizar y desestigmatizar el fantasma de la enfermedad mental, sino de animar a los lectores a interesarse en el tema, para poder acompañar de la mejor forma posible a los que la sufren, dejando de tratarlos como víctimas o como dignos de lástima.
Al final de su presentación, Enric y Gonzalo contaron que han empezado a recibir mensajes de lectores dándoles las gracias por dar visibilidad a la depresión, algo que dice mucho de esta obra y de su capacidad de llegar a su público. Y yo al menos puedo dar fe de que Gonzalo, en persona, dista mucho de la imagen de individuo traumatizado y disfuncional tan asociada a la enfermedad mental en la ficción. Sigue siendo un tipo encantador, además de tener un talento descomunal, por lo que ahora además siento un respeto adicional sabiendo de las cruces con las que le ha tocado cargar.
Enric, en cambio, sigue siendo Enric (ya lo siento amigo, pero es que hacerle demasiado la pelota en público a tu propio guionista queda mal, tendrás que conformarte con una palmadita en la espalda)
El cómic, también vamos a decirlo, no es perfecto. Además de algún que otro error de ortografía, que solo puedo achacar a una deficiente labor de edición - “metiendo el dedo en la YAGA” (sic) - a ratos se deja llevar por el entusiasmo de contar episodios a los que no he encontrado una particular relevancia. Fue lo que pensé de la larguísima escena del parto antes mencionada, que termina abruptamente sin que parezca haber aportado nada a la narración. En la presentación, Enric explicaba que cuando esto sucedió se mantuvo impasible, como testimonio de su natural indolencia - algo que en el cómic habría quedado muy bien incluir para que se entendiera a qué venía tan larga secuencia. Finalmente no puedo dejar de destacar un cierto etnocentrismo, a ratos ombligo-centrismo, de que el cómic no deja claro donde sucede (Mallorca) hasta pasadas las 40 páginas, algo que para el lector que no sepa nada de sus autores o de la isla, puede resultar muy confuso cuando se habla de lugares con los que nadie de fuera está familiarizado.
A los que leyeran mi crítica “brutal” de su anterior trabajo Bajo el cielo rojo de Marte, y sobre todo su atroz trabajo de rotulación, se estarán preguntando qué me ha parecido la de éste. Honesto como lo dije entonces lo seré ahora: está de puta madre. Además de limpia de leer, el juego con las diversas tipografías al cambiar entre narrador, personajes y anotaciones es una parte muy importante de su atractivo visual. Lección aprendida, muy buen trabajo.
No tengo nada más que añadir, excepto que la próxima obra que vais a tener ocasión de leer escrita por Enric Pujadas no estará a la altura de ésta… porque la dibujaré yo (el número 8 de Huérfanos, de próxima aparición), que el constante teaser de su proyecto constantemente pospuesto de El Gran Rey Lobo me ha hecho anticiparlo aún más, y que no me saquéis en vuestro próximo cómic autobiográfico, que yo para hacerme enemigos me basto solo.