20 mar 2016

De ficción, pero no por ello menos reales / Fictional, but no less real

(find English translation below)

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En estas últimas semanas, un par de tráilers and vuelto a romper internet. O al menos los rincones de internet que yo suelo frecuentar. Uno ha sido el del remake de Ghostbusters (ver en español / en inglés) y otro el de Captain America: Civil War (ver en español / en inglés). El primero ha sido recibido mayoritariamente con desaprobación (en algunos casos hasta la indignación) mientras que el segundo ha sido en general jaleado y aplaudido, sobre todo con la intervención final de... en fin, id a verlo si aún no sabéis de qué os hablo.


Se trata por supuesto de películas largamente esperadas por amplios sectores de la afición. Ghostbusters es todo un icono de nuestra infancia para una cierta generación, y Civil War se anuncia como un gran espectáculo superheroico dentro de esta edad dorada de superhéroes de cine (de los que este año vamos a tener sobredosis: además de Civil War, Batman v Superman, X-Men: Apocalypse y Suicide Squad).

Pero no puedo dejar de asombrarme de la visceralidad (tanto positiva como negativa) con que estos productos son habitualmente recibidos por una afición que analiza con pasión cada detalle de sus sagas de ficción preferidas, en cine, televisión, cómic, libros y hasta videojuegos. Una pasión encendida y muy real que a veces nos hace olvidar que todos esos personajes, historias, y los mundos donde transcurren... ¡ni siquiera son reales! ¡Es todo ficción, malditos! ¡Es mentira!

Claro que los fans saben distinguir la realidad de la ficción (en general...), pero eso no les detiene de aplicarse a defender o criticar esas obras de ficción con la misma pasión que otros pones en sus deportes o personajes famosos favoritos. No soy ningún apasionado del deporte ni de la prensa rosa, pero aún puedo entender mejor a sus seguidores que a los aficionados a personajes de ficción. ¡Al menos Cristiano Ronaldo y Kim Kardashian son personas reales! Puede que no especialmente ejemplares, pero reales al fin y al cabo, ¿no?


Ninguna obra de ficción permite apreciar la pasión de los aficionados como la saga de Star Wars. Cuando la pasada navidad se estrenaba la nueva entrega de la saga galáctica, después de meses de tráilers, comentarios y especulación, la afición se dividió entre defensores y detractores, y cada uno argumentaba su opinión de forma encendida desde su trinchera (y algunos siguen haciéndolo). Y cada vez que la cultura popular da a luz un nuevo fenómeno mediático (desde James Bond hasta Juego de Tronos, desde Harry Potter hasta 50 Sombras de Grey) y uno tiene la tentación de entrar al trapo de las discusiones, me tengo que recordar que ninguno de esos personajes e historias es real, que son sólo el producto de la imaginación de sus creadores.

Todo el mundo tiene derecho a tener su propia opinión sobre sus películas, series, libros y cómics favoritos. Si te gusta, bien. Si no te gusta, lo dejas y te buscas otro. Cualquiera de nosotros puede decidir cómo le gustaría que fueran esas historias, y desde luego nuestro criterio es tan válido como el del autor para decidir la mejor forma de continuar tal historia o personaje. Si no me crees, internet está lleno de fan fiction sobre sagas populares, que a menudo resulta mejor que algunos de sus historias oficiales. Las teorías articuladas en cientos de foros de internet sobre la serie Lost con toda probabilidad superan a la resolución real que tuvo la serie.

Y sin embargo eso apenas resulta un alivio. Cualquiera puede proponer la mejor forma de continuar Star Wars 30 años después, pero finalmente solo la decisión del equipo creativo oficial se convierte en cánon, mientras que todas las teorías, especulaciones y fan fiction se convierten en papel mojado. No importa que la ficción sea ficción, hasta en la ficción hay una verdad oficial, y esa es la única que cuenta a la hora de juzgar.

Y la razón de esa aparente contradicción tiene que ver con el concepto mismo de la popularidad. Y como casi todo en el universo, es una cuestión de números.

Todo fenómeno mediático empieza desde el mismo punto, que es la hoja en blanco. En ese vacío existen infinitas posibilidades, y puesto que esa historia aún no ha sido escrita ni contada, no existe ninguna afición. Cuando al final del largo proceso creativo esa obra llega al público, se establece una conexión, no solo entre el creador y su audiencia, sino entre todos los diferentes aficionados, lectores o espectadores de esa obra. Cuantos más sean, más conexiones se establecen, y ese número es el que en definitiva determina el nivel de expectativas e inversión emocional que esa obra va a recibir, y también será proporcional al nivel de entusiasmo o desaprobación que genere.

Si una obra de ficción se presenta como algo completamente nuevo, sin expectativa alguna del público (digamos, The Matrix) su recepción puede ser mayor o menor pero en principio parte de una tábula rasa. Son tantos los productos desconocidos que llegan al mercado de la ficción en sus múltiples medios todos los años, y son tan pocos los que llegan a tener una afición suficiente, que estos son los que van a crear en torno a ellos una cierta afición, casi una forma de culto. Y eso condicionará lo que se espere de ese mismo universo creativo, no solo por una cuestión de márketing. Si has creado un fenómeno de éxito, tienes un público al que le importa tu obra. No importa que tu historia y tus personajes sean ficticios. Han invertido emocionalmente en él, y esperan lo mismo que de cualquier otra inversión. Un retorno.

Y si no tienen el retorno esperado, vas a tener que enfrentarte a su ira. Como dije, son solo números.

Cuando Joe Quesada, actualmente director creativo de Marvel Comics, se convirtió en su editor en jefe, explicó en una entrevista que llegó al cargo pensando que el suyo era un simple trabajo editorial. Hasta que entendió que se trataba de mucho más que eso. Como supervisor de varias franquicias superheroicas de enorme éxito y una larga historia a sus espaldas, su trabajo consistía en mantener vivos los mitos en que se habían convertido sus personajes. Héroes de ficción, pero que tan reales e importantes para sus lectores como si fueran de verdad. Y su trabajo consistía en mantener viva la ilusión que habían creado esas historias en sus lectores.

Pienso en esto cada vez que oigo críticas y elogios en tertulias y podcasts sobre el último tráiler, el último estreno, la última serie de cómic, el último fenómeno editorial. Pienso en ello en cada salón del cómic cuando los aficionados se disfrazan de sus personajes favoritos. Pero pienso en ello, sobre todo, cada vez que dibujo una página de cómic.

Los autores creamos una ficción, pero si queremos que nuestro público crea en ella, tenemos que hacerla real. Y entonces, esa ficción se convierte en algo más importante. Ya no es simple entretenimiento, es una experiencia emocional individual, y también parte de la cultura colectiva. No creo que Spider-Man o James Bond fueran más populares si existieran realmente. Ese es el poder que tiene un buen personaje de ficción sobre el inconsciente colectivo.

Aunque nuestro cómic Huérfanos cuenta sus seguidores por docenas y no por millones (al menos de momento) Enric y yo hemos tenido ocasión de experimentar a pequeña escala como creadores de un universo de ficción pero capaz de crear una ilusión en las que nuestros pocos pero fieles lectores puedan creer.

Nuestro mayor fan conocido, Víctor, nos escríbió tras leer nuestro primer olumen para decir: “¿Ves lo que habéis hecho? Habéis cambiado mi vida. El destino de estos chicos me importa.”

Y eso es lo que lo hace importante. Da igual que Harry Potter, James Bond, Lisbeth Salander o Spider-Man, o los Huérfanos no existan realmente. Son lo bastante reales como para que mantengamos viva la ilusión. Víctor (y esperamos que mucha más gente) ha invertido emocionalmente en ellos, y espera un retorno por su inversión. Y Victor es de los que se entusiasma o se enfurece con las cosas que la gustan.

Procuraremos recordarlo.
“Los cuentos de hadas no les cuentan a los niños que los dragones existen. Los niños ya saben que los dragones existen. Los cuentos de hadas les cuentan a los niños que los dragones pueden ser derrotados.”
G.K. Chesterton.

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In the past few weeks, a couple of movie trailers have broken the internet yet again. Or at least the part of the Internet I usually visit. One was the Ghostbusters remake (watch here) and the other was Captain America: Civil War (watch here). The former was received mostly with disapproval (in some cases even indignation) while the latter has been generally cheered and praised, especially when it finally appears... anyway, go and watch it if you still don't know what I'm talking about.

These are of course long-awaited films by large sections of the fandom. Ghostbusters is an icon of our childhood for a certain generation, and Civil War is advertised as a great superhero show in this golden age of superhero films (of which this year we'll have an overdose: In addition to Civil War, Batman v Superman, X-Men: Apocalypse and Suicide Squad).

But I can't help but wonder at the visceral reaction (both positive and negative) with which these products are usually met by an audience that analyzes passionately every detail of their favourite fiction sagas, movies, TV shows, comic books and even video games. A fierce and very real passion that sometimes makes us forget that all these characters, stories, and the worlds where they happen... they're not even real! It's all fiction, dammit! It is a lie!

Of course fans can tell reality from fiction (usually...), but that doesn't stop them from defending or criticize these works of fiction with the same passion that others put in their favorite sports or celebrities. I'm not a big fan of either sports or the tabloids, but I could understand better their followers that the fans of fictional characters. At least Cristiano Ronaldo and Kim Kardashian are real people! Maybe not particularly exemplary ones, but real after all, right?

There is no work of fiction to appreciate the passion of the fans better than the Star Wars movies. When the new installment of the galactic saga premiered last Christmas after months of trailers, commentary and speculation, the audience was divided between supporters and detractors, and they all argued their opinions from their trenches (and some still do). And every time popular culture gives birth to a new media phenomenon (from James Bond to Game of Thrones, from Harry Potter to 50 Shades of Grey) and one is tempted to enter the cloth of discussions, I have to remind myself that none of these characters and stories are real, they are only the product of the imagination of their creators.

Everyone is entitled to their own opinion about his favorite films, shows, books and comics. If you like it, good. If you don't, you leave it and you find another one. Any of us can decide how we'd like these stories to be, and certainly our opinion is as valid as the author's when it comes to decide the best way to continue such story or character. If you don't believe me, the internet is full of fan fiction about popular sagas, and they're often better than some of their official storylines. The theories built in hundreds of internet forums around the show Lost most likely outweigh the actual resolution the series had.

And yet that is hardly a relief. Anyone can propose the best way to continue Star Wars 30 years later, but finally only the official decision of a creative team becomes canon, while all theories, speculations and fan fiction comes to nought. It doesn't matter that fiction is fiction, even in fiction there is an official truth, and that is the only one that matters when we judge.

And the reason for this apparent contradiction has to do with the concept of popularity. And like almost everything in the universe, it's a matter of numbers.

Every media phenomenon starts from the same point, which is the blank slate. In that void there are infinite possibilities, and since that story has not been written or told, there are no followers. When at the end of the long creative process that work reaches the public, a connection is established, not only between the creator and his audience, but between all the different fans, readers or viewers of this work. The more there are, the more connections are established, and that number is what ultimately determines the level of expectation and emotional investment that work will receive, and it will also be proportional to the level of enthusiasm or disapproval generated.

If a work of fiction is presented as something completely new, with no expectation of the public (say, the original The Matrix) acceptance may be higher or lower but in principle it starts from a blank slate. There are so many unknown products coming to the fiction market from all media every year, and so few get will get any following, which are the ones that will create around them a certain liking, almost a form of worship. And that will determine what is expected of that same creative universe, and it's not just a question of marketing. If you created a phenomenon of success, you have an audience that cares about your work. It doesn't matter that your story and characters are fictional. They are emotionally invested in them, and expect the same as from any other investment. A return.

And if they don't get their expected return, you'll have to face his wrath. As I said, they are just numbers.

When Joe Quesada, currently chief creative officer of Marvel Comics, became editor in chief, he said in an interview that he took office thinking that his was a simple editorial task. Until he realized that it was much more than that. As a supervisor of several superhero franchises with huge success and a long history behind them, his job was to keep alive the myths that their characters had become. Fictional heroes, but as real and important to their readers as if they were alive. And his job was to maintain the illusion that those stories had created for their readers.

I think of this every time I hear criticism and praise in talk shows and podcasts on the latest trailer, the latest release, the latest comic series, the latest publishing phenomenon. I think about it in every comic convention when fans dress up as their favorite characters. But I especially think about it, whenever I'm drawing a comic page.

We authors create a fiction, but if we want our audience to believe in it, we need to make it real. And then, that fiction becomes important. It is no longer just entertainment, it is an individual emotional experience, and also part of a collective culture. I do not think Spider-Man or James Bond would be more popular if they really existed. That's the power of a good fictional character on the collective unconscious.

Although our comic Orphans counts their followers by the dozens and not by the millions (at least for now) Enric and I have had the opportunity to experience a small scale as creators of a fictional universe. But still able to create an illusion in which our few but faithful readers may believe.

Our biggest known fan, Victor, wrote us after he read our collected Volume 1 to say: "See what you have done? You have changed my life. I care about the fate of these kids."

And that's what makes it important. It doesn't matter that Harry Potter, James Bond, Lisbeth Salander. Spider-Man, or our Orphans don't really exist. They are real enough to keep alive the illusion. Victor (and we hope many more people) are emotionally invested in them and expect a return on their investment. And Victor is the kind of guy who gets excited or angry at things he likes.


We'll try to remember that.

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