(find English translation below)
En estas últimas
semanas, un par de tráilers and vuelto a romper internet. O al menos
los rincones de internet que yo suelo frecuentar. Uno ha sido el del
remake de Ghostbusters (ver en español / en inglés) y otro el de
Captain America: Civil War (ver en español / en inglés). El
primero ha sido recibido mayoritariamente con desaprobación (en
algunos casos hasta la indignación) mientras que el segundo ha sido
en general jaleado y aplaudido, sobre todo con la intervención final
de... en fin, id a verlo si aún no sabéis de qué os hablo.
Se trata por
supuesto de películas largamente esperadas por amplios sectores de
la afición. Ghostbusters es todo un icono de nuestra infancia para
una cierta generación, y Civil War se anuncia como un gran
espectáculo superheroico dentro de esta edad dorada de superhéroes
de cine (de los que este año vamos a tener sobredosis: además de
Civil War, Batman v Superman, X-Men: Apocalypse y Suicide Squad).
Pero no puedo dejar
de asombrarme de la visceralidad (tanto positiva como negativa) con
que estos productos son habitualmente recibidos por una afición que
analiza con pasión cada detalle de sus sagas de ficción preferidas,
en cine, televisión, cómic, libros y hasta videojuegos. Una pasión
encendida y muy real que a veces nos hace olvidar que todos esos
personajes, historias, y los mundos donde transcurren... ¡ni
siquiera son reales! ¡Es todo ficción, malditos! ¡Es mentira!
Claro que los fans
saben distinguir la realidad de la ficción (en general...), pero eso
no les detiene de aplicarse a defender o criticar esas obras de
ficción con la misma pasión que otros pones en sus deportes o
personajes famosos favoritos. No soy ningún apasionado del deporte
ni de la prensa rosa, pero aún puedo entender mejor a sus seguidores
que a los aficionados a personajes de ficción. ¡Al menos Cristiano
Ronaldo y Kim Kardashian son personas reales! Puede que no
especialmente ejemplares, pero reales al fin y al cabo, ¿no?
Ninguna obra de
ficción permite apreciar la pasión de los aficionados como la saga
de Star Wars. Cuando la pasada navidad se estrenaba la nueva entrega
de la saga galáctica, después de meses de tráilers, comentarios y
especulación, la afición se dividió entre defensores y
detractores, y cada uno argumentaba su opinión de forma encendida
desde su trinchera (y algunos siguen haciéndolo). Y cada vez que la
cultura popular da a luz un nuevo fenómeno mediático (desde James
Bond hasta Juego de Tronos, desde Harry Potter hasta 50 Sombras de
Grey) y uno tiene la tentación de entrar al trapo de las
discusiones, me tengo que recordar que ninguno de esos personajes e
historias es real, que son sólo el producto de la imaginación de
sus creadores.
Todo el mundo tiene
derecho a tener su propia opinión sobre sus películas, series,
libros y cómics favoritos. Si te gusta, bien. Si no te gusta, lo
dejas y te buscas otro. Cualquiera de nosotros puede decidir cómo le
gustaría que fueran esas historias, y desde luego nuestro criterio
es tan válido como el del autor para decidir la mejor forma de
continuar tal historia o personaje. Si no me crees, internet está
lleno de fan fiction sobre sagas populares, que a menudo resulta
mejor que algunos de sus historias oficiales. Las teorías
articuladas en cientos de foros de internet sobre la serie Lost con
toda probabilidad superan a la resolución real que tuvo la serie.
Y sin embargo eso
apenas resulta un alivio. Cualquiera puede proponer la mejor forma de
continuar Star Wars 30 años después, pero finalmente solo la
decisión del equipo creativo oficial se convierte en cánon,
mientras que todas las teorías, especulaciones y fan fiction se
convierten en papel mojado. No importa que la ficción sea ficción,
hasta en la ficción hay una verdad oficial, y esa es la única que
cuenta a la hora de juzgar.
Y la razón de esa
aparente contradicción tiene que ver con el concepto mismo de la
popularidad. Y como casi todo en el universo, es una cuestión de
números.
Todo fenómeno
mediático empieza desde el mismo punto, que es la hoja en blanco. En
ese vacío existen infinitas posibilidades, y puesto que esa historia
aún no ha sido escrita ni contada, no existe ninguna afición.
Cuando al final del largo proceso creativo esa obra llega al público,
se establece una conexión, no solo entre el creador y su audiencia,
sino entre todos los diferentes aficionados, lectores o espectadores
de esa obra. Cuantos más sean, más conexiones se establecen, y ese
número es el que en definitiva determina el nivel de expectativas e
inversión emocional que esa obra va a recibir, y también será
proporcional al nivel de entusiasmo o desaprobación que genere.
Si una obra de
ficción se presenta como algo completamente nuevo, sin expectativa
alguna del público (digamos, The Matrix) su recepción puede ser
mayor o menor pero en principio parte de una tábula rasa. Son tantos
los productos desconocidos que llegan al mercado de la ficción en
sus múltiples medios todos los años, y son tan pocos los que llegan
a tener una afición suficiente, que estos son los que van a crear en
torno a ellos una cierta afición, casi una forma de culto. Y eso
condicionará lo que se espere de ese mismo universo creativo, no
solo por una cuestión de márketing. Si has creado un fenómeno de
éxito, tienes un público al que le importa tu obra. No importa que
tu historia y tus personajes sean ficticios. Han invertido
emocionalmente en él, y esperan lo mismo que de cualquier otra
inversión. Un retorno.
Y si no tienen el
retorno esperado, vas a tener que enfrentarte a su ira. Como dije,
son solo números.
Cuando Joe Quesada,
actualmente director creativo de Marvel Comics, se convirtió en su
editor en jefe, explicó en una entrevista que llegó al cargo
pensando que el suyo era un simple trabajo editorial. Hasta que
entendió que se trataba de mucho más que eso. Como supervisor de
varias franquicias superheroicas de enorme éxito y una larga
historia a sus espaldas, su trabajo consistía en mantener vivos los
mitos en que se habían convertido sus personajes. Héroes de
ficción, pero que tan reales e importantes para sus lectores como si
fueran de verdad. Y su trabajo consistía en mantener viva la ilusión
que habían creado esas historias en sus lectores.
Pienso en esto cada
vez que oigo críticas y elogios en tertulias y podcasts sobre el
último tráiler, el último estreno, la última serie de cómic, el
último fenómeno editorial. Pienso en ello en cada salón del cómic
cuando los aficionados se disfrazan de sus personajes favoritos. Pero
pienso en ello, sobre todo, cada vez que dibujo una página de cómic.
Los autores creamos
una ficción, pero si queremos que nuestro público crea en ella,
tenemos que hacerla real. Y entonces, esa ficción se convierte en
algo más importante. Ya no es simple entretenimiento, es una
experiencia emocional individual, y también parte de la cultura
colectiva. No creo que Spider-Man o James Bond fueran más populares
si existieran realmente. Ese es el poder que tiene un buen personaje
de ficción sobre el inconsciente colectivo.
Aunque nuestro cómic Huérfanos cuenta
sus seguidores por docenas y no por millones (al menos de momento)
Enric y yo hemos tenido ocasión de experimentar a pequeña escala
como creadores de un universo de ficción pero capaz de crear una
ilusión en las que nuestros pocos pero fieles lectores puedan creer.
Nuestro mayor fan conocido, Víctor,
nos escríbió tras leer nuestro primer olumen para decir: “¿Ves lo que habéis hecho? Habéis
cambiado mi vida. El destino de estos chicos me importa.”
Y eso es lo que lo hace importante. Da
igual que Harry Potter, James Bond, Lisbeth Salander o Spider-Man, o
los Huérfanos no existan realmente. Son lo bastante reales como para
que mantengamos viva la ilusión. Víctor (y esperamos que mucha más
gente) ha invertido emocionalmente en ellos, y espera un retorno por
su inversión. Y Victor es de los que se entusiasma o se enfurece con
las cosas que la gustan.
Procuraremos recordarlo.
“Los cuentos de hadas no les cuentan a los niños que los dragones existen. Los niños ya saben que los dragones existen. Los cuentos de hadas les cuentan a los niños que los dragones pueden ser derrotados.”
G.K. Chesterton.
--
In the past few weeks, a couple of
movie trailers have broken the internet yet again. Or at least the
part of the Internet I usually visit. One was the Ghostbusters remake
(watch here) and the other was Captain America: Civil War (watch here). The former was received mostly with disapproval (in some cases
even indignation) while the latter has been generally cheered and
praised, especially when it finally appears... anyway, go and watch
it if you still don't know what I'm talking about.
These are of course long-awaited films by large sections of the fandom. Ghostbusters is an icon
of our childhood for a certain generation, and Civil War is
advertised as a great superhero show in this golden age of superhero
films (of which this year we'll have an overdose: In addition to
Civil War, Batman v Superman, X-Men: Apocalypse and Suicide Squad).
But I can't help but wonder at the
visceral reaction (both positive and negative) with which these
products are usually met by an audience that analyzes passionately
every detail of their favourite fiction sagas, movies, TV shows,
comic books and even video games. A fierce and very real passion that
sometimes makes us forget that all these characters, stories, and the
worlds where they happen... they're not even real! It's all fiction,
dammit! It is a lie!
Of course fans can tell reality from
fiction (usually...), but that doesn't stop them from defending or
criticize these works of fiction with the same passion that others
put in their favorite sports or celebrities. I'm not a big fan of
either sports or the tabloids, but I could understand better their
followers that the fans of fictional characters. At least Cristiano
Ronaldo and Kim Kardashian are real people! Maybe not particularly
exemplary ones, but real after all, right?
There is no work of fiction to
appreciate the passion of the fans better than the Star Wars movies.
When the new installment of the galactic saga premiered last
Christmas after months of trailers, commentary and speculation, the
audience was divided between supporters and detractors, and they all
argued their opinions from their trenches (and some still do). And
every time popular culture gives birth to a new media phenomenon
(from James Bond to Game of Thrones, from Harry Potter to 50 Shades
of Grey) and one is tempted to enter the cloth of discussions, I have
to remind myself that none of these characters and stories are real,
they are only the product of the imagination of their creators.
Everyone is entitled to their own
opinion about his favorite films, shows, books and comics. If you
like it, good. If you don't, you leave it and you find another one.
Any of us can decide how we'd like these stories to be, and certainly
our opinion is as valid as the author's when it comes to decide the
best way to continue such story or character. If you don't believe
me, the internet is full of fan fiction about popular sagas, and
they're often better than some of their official storylines. The
theories built in hundreds of internet forums around the show Lost
most likely outweigh the actual resolution the series had.
And yet that is hardly a relief.
Anyone can propose the best way to continue Star Wars 30 years later,
but finally only the official decision of a creative team becomes
canon, while all theories, speculations and fan fiction comes to
nought. It doesn't matter that fiction is fiction, even in fiction
there is an official truth, and that is the only one that matters
when we judge.
And the reason for this apparent
contradiction has to do with the concept of popularity. And like
almost everything in the universe, it's a matter of numbers.
Every media phenomenon starts from
the same point, which is the blank slate. In that void there are
infinite possibilities, and since that story has not been written or
told, there are no followers. When at the end of the long creative
process that work reaches the public, a connection is established,
not only between the creator and his audience, but between all the
different fans, readers or viewers of this work. The more there are,
the more connections are established, and that number is what
ultimately determines the level of expectation and emotional
investment that work will receive, and it will also be proportional
to the level of enthusiasm or disapproval generated.
If a work of fiction is presented as
something completely new, with no expectation of the public (say, the
original The Matrix) acceptance may be higher or lower but in
principle it starts from a blank slate. There are so many unknown
products coming to the fiction market from all media every year, and
so few get will get any following, which are the ones that will
create around them a certain liking, almost a form of worship. And
that will determine what is expected of that same creative universe,
and it's not just a question of marketing. If you created a
phenomenon of success, you have an audience that cares about your
work. It doesn't matter that your story and characters are fictional.
They are emotionally invested in them, and expect the same as from
any other investment. A return.
And if they don't get their expected
return, you'll have to face his wrath. As I said, they are just
numbers.
When Joe Quesada, currently chief
creative officer of Marvel Comics, became editor in chief, he said in
an interview that he took office thinking that his was a simple
editorial task. Until he realized that it was much more than that. As
a supervisor of several superhero franchises with huge success and a
long history behind them, his job was to keep alive the myths that
their characters had become. Fictional heroes, but as real and
important to their readers as if they were alive. And his job was to
maintain the illusion that those stories had created for their
readers.
I think of this every time I hear
criticism and praise in talk shows and podcasts on the latest
trailer, the latest release, the latest comic series, the latest
publishing phenomenon. I think about it in every comic convention
when fans dress up as their favorite characters. But I especially
think about it, whenever I'm drawing a comic page.
We authors create a fiction, but if
we want our audience to believe in it, we need to make it real. And
then, that fiction becomes important. It is no longer just
entertainment, it is an individual emotional experience, and also
part of a collective culture. I do not think Spider-Man or James Bond
would be more popular if they really existed. That's the power of a
good fictional character on the collective unconscious.
Although our comic Orphans counts
their followers by the dozens and not by the millions (at least for
now) Enric and I have had the opportunity to experience a small scale
as creators of a fictional universe. But still able to create an
illusion in which our few but faithful readers may believe.
Our biggest known fan, Victor, wrote
us after he read our collected Volume 1 to say: "See what you
have done? You have changed my life. I care about the fate of these
kids."
And that's what makes it important.
It doesn't matter that Harry Potter, James Bond, Lisbeth Salander.
Spider-Man, or our Orphans don't really exist. They are real enough
to keep alive the illusion. Victor (and we hope many more people) are
emotionally invested in them and expect a return on their investment.
And Victor is the kind of guy who gets excited or angry at things he
likes.
We'll try to remember that.
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